Hoy me gaste los
dedos, trataba de
contar cuantas veces
florecia tu sonrisa,
de tu cuerpo de flor
conte tambien las
hojas marchitas,
que aun en el tallo
verde resisten.
Y recorde que con
esos viejos dedos
es que sentia tus
bruscos petalos,
asperos y hermosos,
al final, eras comestible.
Suave, te arranque
con aquella gubia
de escultor, te
corte tambien,
campo abierto y
cesta de zarzamoras,
pero fuiste tu mi comida.
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